A tan solo 25 kilómetros al este de la ciudad de Chihuahua, entre los cerros que rodean el municipio de Aldama, existe una formación rocosa conocida como «El Púlpito» debido a su forma vertical parecida al altar de piedra usado en templos antiguos. Esta zona, habitada por tribus apaches hasta el siglo XIX, también fue utilizada como paso obligado por caravanas virreinales que transportaban oro y plata desde las minas de Santa Eulalia, Cusihuiriachi y Coyame.
Según documentos encontrados en un archivo parroquial de Chihuahua capital en 1947, un pequeño convoy español fue sorprendido en esa zona por un ataque apache en 1791. Antes del enfrentamiento, los transportistas y un fraile franciscano que los acompañaba escondieron un cargamento de monedas de oro, custodias y cálices religiosos, cavando en la entrada de una cueva ubicada justo detrás del Púlpito. Para evitar el saqueo, taparon el acceso con rocas y marcaron la posición con una cruz invertida hecha con piedras negras.
Aunque todos los miembros del convoy fallecieron, un soldado sobreviviente —herido, pero consciente— escribió años después un derrotero que su familia conservó durante generaciones, hasta que fue donado al archivo eclesiástico.
Fragmento del derrotero original:
“Donde el sol cae sobre la frente del Púlpito, y la sombra apunta al arroyo seco, ahí se encuentra la boca de la cueva. Entre la cruz de piedras negras y el nopal doble, a siete pasos al norte, bajo tierra firme y callada, duerme el oro de la corona.”